Creencias limitantes

Las personas vamos desarrollando pensamientos, ideas, creencias a lo largo de nuestra vida en base a nuestras vivencias y experiencias, por la educación recibida y por la influencia de nuestro entorno social. Algunas veces cuando tenemos una creencia determinada es porque nos ha sido útil en algún momento dado, otras, sin embargo, no nos han servido para nada, pero le hemos dado una credibilidad absoluta.

Pongamos el ejemplo del elefante encadenado, un cuento de Jorge Bucay que nos ayuda a entender mejor este tema de las creencias. El protagonista de la historia, un niño al que le gusta ir al circo para ver los animales se pregunta por qué el elefante del circo, tan fuerte y poderoso, no se libera de la pequeña estaca a la que lo atan después del espectáculo. Un día, un amigo muy sabio le ofrece una respuesta: “El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado desde que era muy, muy pequeño. En ese momento, intentó liberarse con todas sus fuerzas sin conseguirlo. Desde entonces cree que es imposible”.

En este cuento vemos claro que el elefante ya de adulto tendría suficiente fuerza para tirar de la estaca y soltarse, sin embargo no lo intenta porque siempre ha pensado que no podría. Porque de pequeño no tenía la suficiente fuerza y dejó de intentarlo.

Del mismo modo, las personas tenemos pensamientos que no nos cuestionamos y que pueden estar limitándonos y no permitiéndonos crecer y avanzar. Algunos ejemplos serían: “no soy capaz”, “nunca voy a gustar a nadie”, “si hablo en público se van a reír de mí”, “la gente no cambia”, “no me gusta pedir ayuda, yo puedo sólo”.
Las creencias limitantes condicionan por completo nuestra vida, y normalmente no somos conscientes de que las tenemos. Son una percepción de la realidad que nos impide crecer, desarrollarnos como personas y/o alcanzar nuestros deseos. Es algo que realmente no es cierto, pero que en nuestra mente si lo es y eso hace que influyan en nuestras decisiones, actitudes y comportamientos.

El poder de estos pensamientos puede acompañarnos a lo largo de toda la vida si lo permitimos. Por eso es tan importante que reflexionemos sobre posibles creencias limitantes, tomemos conciencia de ellas y las cuestionemos. Así podremos modificarlas y nuestra actitud será distinta; lo que hará que los cambios que deseamos puedan darse.
Os propongo un ejercicio que os ayudará a trabajar las creencias limitantes que puedan estar produciendo cierto malestar en vosotros.

1. Escribe en una lista las creencias unidas a mensajes limitantes que habéis recibido en la familia, colegio, trabajo, con los amigos,…
2. Observa las sensaciones corporales y emociones que os despiertan.
3. Con cada una de ellas respira hondo y haz como si salieran de ti.
4. Imagínate haciendo aquello que siempre te habías negado.
5. Libérate de prejuicios y abre tu mente a nuevas experiencias.
6. Pasa a la acción.
7. Prémiate cada vez que te des cuenta de que has superado una creencia que te limitaba.

Espero que llevando a cabo este ejercicio os empecéis a sentir más ligeros y más libres. Las creencias limitantes pesan en nuestra mochila de la vida y hay que ir soltándolas por el bien de nuestra salud física y emocional. ¡A soltar!

Pilares de la resiliencia. cómo sobrevivir en tiempos de crisis

La adversidad forma parte de la vida y en estos momentos más que nunca lo sabemos. Las adversidades están presentes a lo largo de nuestra vida, tarde o temprano pasaremos por situaciones difíciles; esto nos va a ocurrir en mayor o menor medida a todos.

No estamos exentos de ellas, no somos ajenos al SUFRIMIENTO, y muchas veces, ese sufrimiento se convierte en un canal de APRENDIZAJE. Vivir la realidad, sufrirla, asimilarla, interiorizarla hasta llegar a aceptarla y superarla es fundamental para que la experiencia nos ayude y son claves para la SOLUCIÓN.

Por eso es necesario elegir la manera en la que le haremos frente, y esa elección se llama ACTITUD RESILIENTE.

En un artículo anterior que escribí también sobre la resiliencia hablaba de la importancia de la actitud con la que afrontamos las situaciones difíciles, es decir, ante una desgracia nosotros podemos elegir que actitud queremos adoptar, si una actitud positiva o negativa, nosotros elegimos. Y me remitía a Michel Manciaux (médico, profesor y también director de la Organización Mundial de la Salud para Europa) para expresar que existen personas que al enfrentarse a un trauma o una desgracia permiten que éstas los superen, pero hay otras que no lo permiten y que consiguen continuar con su vida sin problemas; él decía exactamente: “muchas personas llevan esta actitud a un nivel superior y transforman ese trauma en algo positivo; es decir, que ese problema los ayuda a desarrollar recursos para sobrevivir que creían no poseer”.

Ante la adversidad podemos presentar diferentes tipos de patrones de comportamiento, esto quiere decir que ante una situación problema concreta podemos reaccionar de diferentes formas. Estas serían las siguientes: la rebelión, el victimismo, la parálisis y la resiliencia.

Sin duda, la elección más inteligente y la que nos llevará a sentirnos mejor será la RESILIENCIA. Esa capacidad que tiene una persona o un grupo para recuperarse frente a la adversidad y seguir proyectando su futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento. Se trata de una respuesta común como forma de ajuste frente a la adversidad.

Así, pues, todas las personas podemos desarrollar resiliencia en una situación extrema. Cuando la persona se comporta de manera resiliente no es que no sufra y experimente dificultades o angustias, sino que elije salir de ese estado emocional fortalecido.

Pero, ¿cómo podemos desarrollar esos recursos? Veamos a continuación cuales son los pilares de la RESILIENCIA:

1. Autoestima consistente. Es el fundamento de los demás pilares y es el fruto del cuidado afectivo hacia uno mismo. Conecta contigo para conocerte mejor y así poder apreciar lo positivo que hay en ti y aceptar tus debilidades y fracasos.
2. Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta. Nos lleva a tomar consciencia de nosotros mismos y de lo que nos rodea con mayor claridad a través de la observación. Reflexionar nos ayuda a entender, a analizar las causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre y buscar soluciones para afrontarla, cambiándola si es posible y si no, aceptándola.
3. Autonomía. Ser personas autónomas implica tener habilidades que permiten tener sus propias elecciones, tomar sus decisiones y responsabilizarse de las consecuencias de las mismas. La autonomía se aprende y se adquiere a lo largo de la práctica, a través de la experiencia personal y social. Con ella podemos desarrollar un proyecto vital basado en la propia identidad personal y tener control sobre uno mismo.
4. Responsabilidad. Hacerse cargo de las cosas que ocurren alrededor y tomar las riendas pensando que algo podemos hacer por cambiarlas nos hace fuertes y nos moviliza hacia la acción. Responsabilizándonos de lo único que tenemos control y poder absoluto, nuestras emociones, pensamientos y acciones.
5. Afrontamiento siendo flexibles y adaptándonos a un nuevo escenario. Tenemos la capacidad para adaptarnos al medio, ayudemos a nuestro cerebro a conseguirlo, no nos resistamos. La flexibilidad también nos puede ayudar a ver las cosas desde otras perspectivas, siendo más abiertos podremos ver otros escenarios y nuevas oportunidades.
6. Atención al presente. Vivir en el aquí y ahora, el presente, es un hábito que debemos poner en práctica. Dejando de lado la nostalgia del pasado y la incertidumbre del futuro. Vivir lo único real que tenemos nos lleva a valorarlo más y disfrutar de las pequeñas cosas que nos hacen la vida más agradable en el día a día.
7. Optimismo. Siendo realistas las cosas pueden ir mal y pueden ir bien, entonces, ¿qué trabajo nos cuesta elegir pensar en positivo y pensar que las cosas pueden ir bien? Un pensamiento positivo nos lleva a sentirnos bien y recargar nuestro sistema inmune, merece la pena vislumbrar un futuro mejor.
8. Capacidad de relacionarse y empatía. Las personas resilientes valoran y cuidan las relaciones sociales. Saben que necesitan cubrir su necesidad de afecto y brindan su amor y ayuda a los demás. Establecer relaciones íntimas nos proporciona una red de apoyo importante en los momentos difíciles.
9. Tolerancia a la frustración. El ser humano tiende a querer controlarlo todo en su afán de encontrar la seguridad que necesita, sin darse cuenta que eso es imposible. Una sensación de falta de control nos pude llevar a estados de tensión y estrés, para evitarlos podemos aprender a gestionar la incertidumbre, no adelantarnos a lo que puede pasar, y aceptar y afrontar lo que vaya viniendo.
10. Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en través de nuevos aprendizajes promoviendo nuevas tareas. Planteándose objetivos nuevos e ilusionándose con ellos.
11. Humor. El sentido del humor, la risa, nos salva de muchas penas. Encontrar lo cómico en la propia tragedia permite disminuir sentimientos negativos aunque sea transitoriamente y soportar situaciones adversas. Nos ayuda a superarlas y mantenernos fuertes y optimistas ante la incertidumbre.
12. Creatividad. El hecho de tener que reinventarse en su nuevo espacio de vida incentiva la creatividad como posibilidad constructiva en un entorno de incertidumbre y complejidad. La creatividad es una cualidad que hace posible los procesos de adaptación y que se evidencia de forma exponencial en aquellas personas que han tenido que superar condiciones desfavorables.
13. Moralidad. Desear el bien a todos independientemente de buscar el propio bienestar. En momentos de crisis es importante desear al bien común y comprometerse con los valores humanos esenciales.

Recuerda que de ésta, saldremos!

Lo más constante en esta vida es el cambio. Ya lo decía Heráclito: “Todo fluye, todo está en movimiento y nada dura eternamente. Por eso no podemos descender dos veces al mismo río pues cuando desciendo al río por segunda vez, ni el río ni yo somos los mismos”, con esta frase lo que quería transmitirnos es que la vida es puro cambio, no hay un segundo igual a otro; es la naturaleza de la vida. Por eso me gusta pensar que cuando las cosas van bien pueden ir mal, pero que cuando las cosas van mal pueden ir bien.

Todo cambia, nada permanece igual. Quién nos iba a decir que de un día para otro un VIRUS, sí, un VIRUS; un “bicho” como le llaman nuestros mayores, nos iba a impedir salir de casa, nos podía hacer enfermar y/o quitar la vida. Nadie espera una cosa así, ¿verdad?, esto sólo ocurre en las películas de ciencia ficción.
¿Os habíais fijado que todo cambia?

Decimos muy a la ligera que todos los días son iguales, que estamos cansados de la monotonía. Quizás nos ocurra que no prestamos atención a esos pequeños cambios que se producen en el día a día, que por minúsculos nos parecen invisibles. Pero que si somos conscientes de ellos empezaremos a entenderlo todo más y mejor.

Una de las causas del sufrimiento humano reside en la resistencia al cambio. Nos negamos rotundamente a aceptar que ciertos aspectos de nuestras vidas puedan cambiar. Cuando algo nos gusta nos aferramos a ello, queremos que dure y no estamos dispuestos a dejarlo escapar. Pensamos que todo permanecerá igual que está en nuestro afán de controlarlo todo.

Sufrimos no por el cambio en sí, sino porque mostramos oposición a él, no nos permitimos adaptarnos a un nuevo escenario, aceptándolo e integrándolo.

Aceptar el cambio nos lleva a entender que debemos de disfrutar de aquello que nos hace felices, valorándolo cuando lo tenemos, pero sabiendo que algún día lo podemos perder.

En estos tiempos de cambio no tenemos otra opción que aceptarlo y adaptarnos a él, porque eso nos ayudará a ver con esperanza que nada permanece, y esta situación en la que vivimos pasará y llegarán nuevos tiempos mejores. Una actitud abierta al cambio nos llevará a ser más libres y felices.

Así que recuerda que esto también pasará, que de esta vamos a salir!!

El confinamiento ante el coronavirus: ¿Cómo llevarlo bien y cómo afecta a nuestra vida?

Confinamiento, una palabra que quizás la habíamos escuchado poco o simplemente no estaba dentro de nuestro vocabulario. Según la RAE, confinar significa desterrar a alguien, señalándole una residencia obligatoria, o recluir algo o a alguien dentro de límites.
En principio podemos pensar que no es un término bonito por lo que significa e implica en la vida de las personas, esto es debido a que toda la información nos llega a través de los sentidos y nuestro cerebro lo interpreta, eso es bueno, eso es malo.

Es cierto que es muy importante el lenguaje y las palabras que utilizamos para comunicarnos con nosotros mismos y con los demás, ya que de ello depende, en gran medida, las emociones que sentimos. Así que si pensamos en la palabra confinamiento o cualquiera de sus sinónimos (destierro, clausura, encierro, presidio, reclusión, internamiento, aislamiento) nos crea malestar de inmediato. Nuestra mente interpreta de manera fugaz que perdemos libertad, con todo lo que eso supone. La libertad es uno de los valores más preciado en el ser humano desde el principio de nuestra especie.

Por eso os propongo que cambiemos el concepto de confinamiento por el de recogimiento, pausa, contemplación, reflexión. Quizás podamos ver este momento de estar en casa como una oportunidad, un tiempo para pensar y reflexionar, para compartir con las personas con las que convivimos y por qué no para dedicar a aficiones que teníamos olvidadas o para aprender algo nuevo.

Debemos pensar, los que podemos estar en casa, que somos afortunados, que tenemos mucho. En casa estamos bien, estamos más protegidos y más seguros. Y debemos ser solidaros con aquellas personas que están trabajando en primera línea y/o que están sufriendo los estragos de la enfermedad del Coronavirus.

No obstante, somos conscientes de que esta situación puede generar malestar psicológico en muchas personas, es por ello que os proponemos algunas medidas de protección que ayudaran a hacer frente a este tiempo de recogimiento.

1. Evitar la sobreinformación. La sobreinformación puede generar mucha ansiedad, así que para evitarla recomendamos ver las noticias sólo una vez al día. Elegiremos un momento para ello y el resto del tiempo estaremos ocupados con otras actividades que no estén relacionadas con el tema.

2. Afrontamiento positivo. Debemos enfocarnos y poner la atención en aquello que podemos hacer, con una actitud positiva y esperanzadora. Saber que estamos haciendo lo correcto, quedándonos en casa, nos ayuda a sentirnos útiles.

3. Utilizar la tecnología para mantenernos unidos a nuestros seres queridos. Afortunadamente contamos con estos recursos para mantenernos conectados socialmente y en contacto permanente con las personas significativas de nuestra vida.

4. Mantenerse activo. Hacer actividad física siempre es bueno para nuestra salud y en estos momentos en los que disponemos de menos espacio para movernos se hace fundamental. Todos los días debemos practicar algún tipo de ejercicio físico. Hay muchas iniciativas y recursos en la red que nos pueden ayudar.

5. Plantear una rutina diaria que diseñemos para nosotros mismos previamente y cumplirla. Somos seres de costumbres, la rutina nos da estabilidad, equilibrio y seguridad.

6. Ayudarse mutuamente. Esto quiere decir que podemos reunirnos para expresar cómo nos sentimos, compartiendo nuestras inquietudes y preocupaciones. Escuchándonos y apoyándonos en estos momentos tan duros y difíciles.

Esperamos que os ayude, mucho ánimo!!

El duelo como proceso de adaptación natural

A lo largo de la vida vamos dejando atrás no solo etapas sino también personas, personas que perdemos y que nos dejan para siempre. Es entonces cuando vivimos lo que llamamos el duelo, aunque no sólo lo vivimos ante la pérdida de una persona importante en nuestra vida sino también cuando perdemos un trabajo, tenemos una ruptura amorosa, o cuando dejamos nuestro lugar de residencia habitual por otro.

El duelo es el proceso psicológico que se produce tras una pérdida, una ausencia, una muerte o un abandono. Cada persona lo vive de una manera única y diferente. No hay dos procesos de duelo iguales, aunque si hay unas características frecuentes que se dan a lo largo de él y que la persona puede padecer hasta superarse.

La experiencia emocional que vivimos para afrontar esa pérdida o ausencia es lo que llamamos elaboración del duelo. Se produce entonces una necesidad de adaptación a la nueva situación.

Podemos hacer el símil con una herida abierta que necesita su tiempo para cicatrizar, con el duelo pasa lo mismo; es por eso que la duración del duelo es algo muy subjetivo. Normalmente en psicoterapia hablamos que a partir de los tres meses la persona puede empezar a sentirse mejor y que sobre el año ya ha elaborado el duelo de manera sana. Aunque, como digo cada persona lo vive de una manera y los tiempos no son exactos.

Lo importante es ver si el proceso de elaboración que se está haciendo va avanzando para que no se convierta en duelo patológico y después de un tiempo la persona siga teniendo los mismos síntomas físicos y emocionales (pérdida de apetito, problemas de sueño, tristeza, ansiedad, miedo,…). Ya que es frecuente que una pérdida no elaborada de forma adecuada de paso a problemas emocionales e incluso trastornos psicopatológicos al cabo de meses o incluso años.
En general se habla de que en el proceso de duelo se distinguen tres etapas con sus fases respectivas, escalones que hay que superar, aunque ello no significa que en todos los casos aparezcan todos.

Etapa 1: se caracteriza por la negación y la racionalización (Etapa cognitiva).
Etapa 2: donde aparecen la rabia, el miedo, la tristeza (Etapa emocional).
Etapa 3: y finalmente la aceptación que llega acompañada del perdón, la gratitud; necesarias para una mayor tranquilidad interior (Etapa de la acción).

Sabemos lo duro que es aceptar la nueva situación; sin embargo, es justo la aceptación la que pone a la persona en contacto con la emoción real y con este paso se asume la responsabilidad. Una responsabilidad que permite afrontar lo que verdaderamente está sucediendo y la elaboración de la pérdida, sea del tipo que sea.
También sabemos lo que a veces duele, y que en ocasiones las etapas se pueden “atascar”, por eso cada vez más en terapia acompañamos a nuestros pacientes en el proceso.

Una clave para reducir el estrés es estar presentes

La función de la mente es generar ideas, estamos continuamente creando pensamientos. A veces nos podemos agotar de darle vueltas al mismo asunto, rumiando sobre lo que nos ha pasado y/o lo que nos puede pasar.
Estos pensamientos generan a la larga agotamiento mental y estrés, haciendo que estemos desconectados de nosotros mismos, poniendo el foco de atención en cosas que percibimos como problemas pero que en la mayoría de las ocasiones no nos ocupamos de solucionar. Simplemente nos dedicamos a seguir pensando, rumiando y dándole vueltas en bucle, sin salir de ahí. Otras veces, esos pensamientos ni siquiera son problemas reales, pero nosotros los interpretamos así dándole un carácter veraz.

Además la velocidad en la que vivimos hace que no nos paremos a reflexionar y a mirarnos hacia dentro. Seguimos hacia adelante, haciendo y dejándonos llevar. Sin estar presentes y conectados con nosotros mismos.

Una buena herramienta que debemos aprender para vivir más tranquilos y disfrutar mejor de la vida en general es la de saber estar presentes. Para ello te propongo algunos tips que te pueden ayudar a conseguirlo.

1. Respira de manera consciente en algún momento del día. Basta con parar un par de minutos y realizar varias respiraciones profundas para oxigenar bien nuestro organismo.
2. Dedica algún momento del día a conectar con tus sentidos. Mira a tu alrededor, escucha los sonidos presentes en ese instante, toca y siente a través del tacto, huele y saborea la comida de ese día.
3. Céntrate en tus sensaciones corporales, presta atención para ver si hay tensión, dolor,…te puedes dar un masaje en esa zona.
4. Antes de levantarte por las mañanas dedica unos minutos a visualizar tu día de manera agradable. Respira, siéntete y llénate de energía para afrontar el día de manera positiva.
5. Saca un rato cada día (mínimo 30 minutos) para hacer algo que te guste. Un espacio creado especialmente para ti.
6. Se cariñoso contigo, trátate con respeto y amabilidad.
7. Practica el agradecimiento, piensa en todo lo bueno que tienes.
8. Cada cosa que hagas hazla desde la presencia, favoreciendo el aquí y ahora. En ese momento no hay nada más importante que eso que estás haciendo.

No dudes que si pones estos tips en práctica te vas a sentir mejor y habrás iniciado el camino hacia ti mismo. Un lugar del que no tenías que haber salido nunca.

Los valores definen nuestra vida


Comenzamos este artículo viendo algunas definiciones para entender lo que son los valores y porque son tan importantes en la vida de las personas.

“Los valores son palabras cargadas de significado. Cuando se clasifican y traducen en conductas concretas, en consonancia con nuestros objetivos y compartidos con las personas que nos importan, se convierten en potentes herramientas que nos guían hacia el éxito en la vida”. Simon Dolan en “Coaching por valores”.

“Valor es la creencia perdurable de que una forma concreta de conducta es personal o socialmente preferible al modo opuesto o converso de conducta. Sistema de valores es una organización perdurable de creencias sobre los modos preferibles de conducta”. Milton Rokeach en “The Nature of Human Values”.

Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.

Si atendemos a la definición que se suele dar sobre los valores entendemos que los valores definen nuestra forman de vivir, nos orientan y advierten todas nuestras acciones. Vivimos de acuerdo a nuestros valores. Los valores se transmiten y se tienen, pero también se pueden elegir y/o entrenar.

Por eso, para tener una buena vida, entendida ésta como tener bienestar, con nosotros mismos y en relación con los demás, sería adecuado encontrar esos valores que nos hacen crecer, que nos aúna con la propia naturaleza y no con los hábitos que hemos ido adquiriendo porque la cultura se ha encargado de ello. No siempre la sociedad nos lleva a un camino acorde con lo que es bueno para el ser humano, esto lo vemos todos los días (la competitividad y las comparaciones, el descuidado del medio ambiente, la falta de empatía y compasión,…).

El tipo de valores que tenemos nos definen como persona, van formando nuestro carácter que es el fundamento de la personalidad del individuo. Los valores son aquello que de verdad nos importa.

Saber cuáles son nuestros valores e identificarlos nos puede ser de gran utilidad. Por un lado nos da información de cómo percibimos el mundo, las creencias que tenemos respecto a las situaciones que vivimos. Así podemos detectar con más facilidad qué es aquello que nos está limitando para poder ampliar la visión y ver más opciones.

También nos ayuda a tomar decisiones con más facilidad. Sabiendo cuáles son nuestros valores, tenemos más claro cuáles son nuestras prioridades en la vida, lo que, si somos coherentes, sabremos qué decisión tomar.

Por último, a veces, cuando tenemos cierto malestar e insatisfacción, reflexionar sobre nuestros valores nos puede ayudar a descubrir si están alineados con nuestros objetivos o no, y si son congruentes con los sistemas donde vivimos y trabajamos. Dicho de otro modo, si nuestros valores no están alineados con nuestros objetivos entramos en conflicto con nosotros mismos y nos crea malestar.

Lo cierto y verdad es que hay muchos valores humanos y cada uno de ellos cumple una función. Y siempre que los pongamos en práctica, estaremos llamando a las buenas acciones, repercutiendo en nuestra vida y en la sociedad y perdurarán en el tiempo.

“Para vivir, el hombre debe actuar; para actuar, debe tomar decisiones; para tomar decisiones, debe definir un código de valores, debe saber qué es y dónde está; esto es, debe conocer su propia naturaleza y la naturaleza del universo en el cual actúa”, Ayn Rand.

Niños seguros, niños felices

En muchas culturas, hasta hace bien poco, se potenciaba la represión y el bloqueo de las emociones. Desde bien pequeños se instruía a los niños para no mostrar sus sentimientos en público, bajo amenaza de hacer el ridículo y quedar en evidencia. Hoy en día se aboga por la libre expresión, dado lo ventajoso que es para el ser humano.
Los padres y profesores que educan emocionalmente a los niños les evitan futuros problemas emocionales como la depresión o la ansiedad, fruto, en cierta manera, de no decir en cada momento lo que se siente.

La infancia es el periodo clave para que el niño, a través de su maduración, vaya poco a poco poniendo nombre a sus emociones y sepa asociarlas a los diferentes cambios físicos que implica cada una de ellas.

Cada vez existen más estudios que sugieren que los niños con alta capacidad emocional son más seguros, más felices y están mejor preparados para convertirse en adultos entusiastas y capaces de enfrentarse a los retos del día a día.

Hasta ahora, la inteligencia se expresaba sólo como cociente intelectual, un conjunto de capacidades que tienen que ver con lo académico. Actualmente se considera que es su combinación con la inteligencia emocional lo que nos acerca al éxito en la vida.

A la hora de educar un niño hay que tener en cuenta una educación holística (del griego “holos”, totalidad). Esto quiere decir que se hace necesario abordar la educación de nuestros niños desde una visión global, el ser humano visto como un todo, de manera integral (cuerpo, pensamiento y emoción). Y además teniendo en cuenta que cada niño es único e irrepetible, al mismo tiempo que está intrínsecamente relacionado con todo lo que le rodea.

Por eso es importante educar a nuestros hijos emocionalmente, que se sientan seguros de sí mismos porque este hecho les abrirá la puerta para ser más plenos y felices.

Cuando hablamos de seguridad en uno mismo, nos referimos a que una persona se siente segura de sí mismo y de sus cualidades y habilidades, no de forma arrogante o creyéndose mejor que los demás, sino de forma realista. Se trata de saber, internamente y con serenidad, que uno es capaz.

Pero, ¿Cuáles son los aspectos que hay que tener en cuenta para que un niño crezca seguro de sí mismo? Los amigos de la seguridad en un mismo serían:

La autonomía física y emocional. Los padres deben dejar que su hijo actúe de forma independiente, sin adelantarse a sus acciones, permitiéndole experimentar y equivocarse. Fomentando el desarrollo de la autonomía lo convertirá en un ser independiente que se valdrá por sí mismo.
Una alta autoestima. La infancia es la etapa perfecta para conseguir un buen desarrollo del autoconcepto y por tanto una sana autoestima. Los padres deben ayudar a sus hijos a creer en sí mismos, proporcionarles experiencias y recuerdos especiales. Haciendo que descubran su talento y que se acepten tal como son.
El pensamiento positivo. El estilo de pensamiento es algo que se aprende a lo largo del desarrollo. Los acontecimientos siempre tienen un lado positivo y un lado negativo, todo depende del cristal con que se mire. Tenemos que hacer que vean el lado bueno de las cosas que le ocurran.
Las habilidades sociales. Relacionarnos con los demás y hacerlo de forma eficaz es una garantía de éxito social que nos reporta numerosos beneficios personales. Es por ello que debemos ayudarlos a que se relacionen adecuadamente con otros niños.

Relación entre hermanos: Tener un hermano es tener un tesoro y como tal hay que cuidarlo

El gran sueño de los padres es que los hijos sean felices y estén unidos como uña y carne. A menudo los padres pueden pensar que ese sueño puede realizarse si no privan a ninguno de nada; se ven obligados a dar lo mismo a cada uno de los hijos; y sin embargo a nadie le gusta ser exactamente igual a los demás (Içami Tiba, 2007).

La clave está en tratar a cada hijo como si fuese hijo único. Aunque los padres se empeñaran en educar a sus hijos de la misma manera, esto no es posible simplemente por el hecho de que la persona cambia y la pareja evoluciona según la edad y las etapas de la vida.

Cada hijo es único aunque hayan nacido de los mismos padres, y lo que funcionó con uno puede que no funcione con otro. Cada hijo tiene una manera distinta de ver el mundo y de estar en él.

Para facilitar la relación entre hermanos lo primero que los padres deben tener en cuenta es no caer en las comparaciones. Éstas siempre favorecen a uno y perjudican al otro. Si queremos alabar a un hijo debemos tener en cuanta no hacer sentir mal al otro.

Por otro lado, algo que preocupa mucho a los padres es la relación que tienen los hermanos entre ellos. Se pelean, discuten, se molestan continuamente,… hay que decir que cada hijo debe encontrar su lugar en la familia, ya que cuando el niño encuentra su sitio y se siente seguro en su territorio no hostiga al hermano ni lo ve como una amenaza.

Las peleas no deben permitirse y esto es responsabilidad de los padres. A menudo escucho que es normal que los hermanos se lleven mal y que se peleen entre ellos, que eso siempre ha pasado. Yo pienso que el respeto hacia la otra persona es un valor esencial y, además, el tipo de relaciones que el niño establezca con los miembros de su familia va a determinad en gran medida como se va relacionar con los demás.

Es importante saber que la familia es la primera microsociedad con la que se encuentra el niño y en ella será donde aprenda a relacionarse y desenvolverse. Después lo generalizará cuando salga fuera al exterior.

Los niños deben aprender a expresar sus opiniones y resolver los problemas sin necesidad de entrar en conflicto y que este genere violencia. Cuando los padres observan una escena de este tipo (peleas entre hermanos) deben intervenir y separarlos, y con voz firme y de buenas maneras decirles que no se admiten peleas.

El papel de los padres, ejerciendo de modelo y cómo gestionen este tipo de situaciones es clave para generar una buena relación entre los hijos. Los hijos sólo aprenden a querer viendo a sus padres quererse gratuitamente, mostrando afecto y respeto hacia el otro, tanto a la pareja como a los hijos.

Cuando trabajo las relaciones entre hermanos en consulta siempre les digo a los niños que tener un hermano es tener un tesoro y que como tal hay que cuidarlo; y ellos lo entienden perfectamente. De la relación que establezcan durante la infancia va a depender la futura relación cuando sean adultos.

Los casos de ansiedad suben en España

Estaremos de acuerdo en que vivimos en una sociedad estresante, cada vez sufrimos más la multitarea, la sobrestimulación y la hiperconectividad. Estamos inmersos en una sociedad donde se nos exige cada vez más, en formación, en competencias personales, haciendo que seamos más competitivos y donde la amenaza (a la perdida de la estabilidad laboral, familiar,…) y la incertidumbre están presentes de manera continua.

Un estudio reciente elaborado por Cinfasalud y avalado por la Asociación Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) titulado “Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés” han mostrado unos resultados un tanto preocupantes, y es que la incidencia de ansiedad en nuestro país está aumentando notablemente.

El objetivo de este análisis estadístico pretende definir el perfil del español más afectado por el estrés, analizando las causas y factores que generan este trastorno. También se recogen otros datos tales como: los hábitos y medidas que se aplican para controlar o prevenir los episodios de estrés, los síntomas y perjuicios que estos les causan, y el tipo de tratamientos a los que se recurre más frecuentemente en España para hacer frente a este problema.

La muestra representativa con la que se ha trabajado es de 3.009 mujeres y hombres de entre 18 y 64 años, de todas las comunidades autónomas, a los que se aplicó un cuestionario online, autoadministrado.
Los principales resultados obtenidos fueron los siguientes:

Nueve de cada diez españoles (96%) han sentido estrés en el último año, y cuatro de cada diez (42,1%), lo han hecho de manera frecuente o continuada. Solamente un 4,0% de los entrevistados declara no haber sentido estrés en el último año.

– En función del género y edad, el estrés se presenta en mayor grado en los menores de 45 años, principalmente entre las mujeres (48,7% frente al 31,5% de los hombres).

– La ocupación influye en la frecuencia con que se presenta: los estudiantes son quienes lo padecen de manera más frecuente o continua (55,6%), seguidos de las personas en busca de su primer empleo (50,7%), y los empleados, tanto por cuenta ajena como propia (41,4%). Por el contrario, se observa un menor nivel de estrés entre las personas que trabajan en el hogar (34,7%) y los jubilados (20,4%).

– Por Comunidades Autónomas, los castellano-leoneses manifiestan un menor nivel de estrés (32,7%), y los catalanes una mayor proporción (47,1%).

Tener hijos puede incrementar el estrés:
entre los mayores de 31 años que se encuentran estresados, un 58,3% tiene hijos. Por ende, el 61,2% de las personas con hijos revela sentirse estresado continuamente, frente al 38,8% que no tiene descendencia. La frecuencia y continuidad se eleva cuando asciende el número de hijos.

– Entre las causas más frecuentes de aparición del estrés, se señalan el exceso de actividad o la falta de tiempo (50,9%), junto con los problemas de cansancio y sueño (46,2%). La mayoría de las veces, son factores de la vida diaria los que los ocasionan (98,4%).

Los factores precipitadores de estrés considerados de mayor importancia, la enfermedad propia o de un familiar supone la causa de estrés más frecuente (41,4%). Asimismo, si se consideran sólo los factores que se catalogan como cronificadores del estrés, los problemas laborales son los que estresan más a menudo a los encuestados (43,2%).

– En relación con el género, las mujeres se sienten más afectadas por los factores familiares en comparación con los hombres, quienes sufren estrés la mayor de las veces relacionado con aspectos económicos asociados a la crisis.

– En relación con el ámbito laboral, seis de cada diez trabajadores españoles- tanto por cuenta propia como ajena- (60,3%) se sienten estresados por la carga de trabajo, el 27,2% por la relación con sus jefes o compañeros, y uno de cada cuatro (25,1%) ante el miedo a no estar a la altura de las expectativas. En los autónomos, la ausencia de negocio es una fuente importante de estrés.

– El 28,3% de los españoles declara que el uso de las nuevas tecnologías eleva su nivel de estrés, un porcentaje que se incrementa a 30,9% en los jóvenes de 18 a 34 años. Los motivos de estrés más mencionados al respecto son la imposibilidad de “desconectar”, recibiendo llamadas y correos fuera de horario laboral.

Con respecto a las medidas a las que recurren los encuestados para prevenir el estrés, las más frecuentes son: conversar con amigos y/o la familia (43,9%), aceptar la causa del estrés e intentar no sentirse afectados (40,0%), y practicar deporte (38,1%).

Los síntomas del estrés más reportados son la irritabilidad (46,8%), la ansiedad (39,5%), el insomnio (38,0%), los dolores de cabeza y musculares (32,2%) y la fatiga física (29,9%).

En lo que se refiere a las consecuencias del estrés recurrente, más de la mitad de los españoles declara haber sufrido algún perjuicio grave, principalmente, el desarrollo de una enfermedad física o problemas emocionales como ansiedad o depresión.

– Con relación al tratamiento, el más mencionado por cuatro de cada diez encuestados es la medicación: el 16% consume fármacos bajo prescripción médica, mientras que un 3,1% se automedica con ansiolíticos, relajantes, antidepresivos, o somníferos.

Este estudio pone también de manifiesto que las personas que padecen trastornos mentales como ansiedad, depresión o estrés acuden al médico de cabecera una media de diecinueve veces al año más que aquellas sin problemas emocionales, y, en la mayoría de casos, se les recetan antidepresivos o tranquilizantes.
A este respecto, el informe recomienda que, antes de recurrir a la medicación, la prevención es una de las claves para tratar de forma eficaz este trastorno, afirmando en este sentido, que la modificación mediante terapia psicológica de las percepciones y conductas de la persona afectada y la promoción de hábitos de vida saludables en su vida diaria aportan, en general, mejores resultados que los medicamentos.

Fuente: Infocop- Consejo General de la Psicología de España (28/03/2018)