A lo largo de la vida vamos dejando atrás no solo etapas sino también personas, personas que perdemos y que nos dejan para siempre. Es entonces cuando vivimos lo que llamamos el duelo, aunque no sólo lo vivimos ante la pérdida de una persona importante en nuestra vida sino también cuando perdemos un trabajo, tenemos una ruptura amorosa, o cuando dejamos nuestro lugar de residencia habitual por otro.

El duelo es el proceso psicológico que se produce tras una pérdida, una ausencia, una muerte o un abandono. Cada persona lo vive de una manera única y diferente. No hay dos procesos de duelo iguales, aunque si hay unas características frecuentes que se dan a lo largo de él y que la persona puede padecer hasta superarse.

La experiencia emocional que vivimos para afrontar esa pérdida o ausencia es lo que llamamos elaboración del duelo. Se produce entonces una necesidad de adaptación a la nueva situación.

Podemos hacer el símil con una herida abierta que necesita su tiempo para cicatrizar, con el duelo pasa lo mismo; es por eso que la duración del duelo es algo muy subjetivo. Normalmente en psicoterapia hablamos que a partir de los tres meses la persona puede empezar a sentirse mejor y que sobre el año ya ha elaborado el duelo de manera sana. Aunque, como digo cada persona lo vive de una manera y los tiempos no son exactos.

Lo importante es ver si el proceso de elaboración que se está haciendo va avanzando para que no se convierta en duelo patológico y después de un tiempo la persona siga teniendo los mismos síntomas físicos y emocionales (pérdida de apetito, problemas de sueño, tristeza, ansiedad, miedo,…). Ya que es frecuente que una pérdida no elaborada de forma adecuada de paso a problemas emocionales e incluso trastornos psicopatológicos al cabo de meses o incluso años.
En general se habla de que en el proceso de duelo se distinguen tres etapas con sus fases respectivas, escalones que hay que superar, aunque ello no significa que en todos los casos aparezcan todos.

Etapa 1: se caracteriza por la negación y la racionalización (Etapa cognitiva).
Etapa 2: donde aparecen la rabia, el miedo, la tristeza (Etapa emocional).
Etapa 3: y finalmente la aceptación que llega acompañada del perdón, la gratitud; necesarias para una mayor tranquilidad interior (Etapa de la acción).

Sabemos lo duro que es aceptar la nueva situación; sin embargo, es justo la aceptación la que pone a la persona en contacto con la emoción real y con este paso se asume la responsabilidad. Una responsabilidad que permite afrontar lo que verdaderamente está sucediendo y la elaboración de la pérdida, sea del tipo que sea.
También sabemos lo que a veces duele, y que en ocasiones las etapas se pueden “atascar”, por eso cada vez más en terapia acompañamos a nuestros pacientes en el proceso.